John M. Ackerman
Los chapulines pueden ser sumamente nutritivos si se
digieren correctamente. La activa participación de las bases de Morena durante
las próximas semanas puede garantizar que los saltamontes tan desprestigiados
que hoy se arriman al nuevo partido sean obligados a someterse a la voluntad
popular.
Más allá del seguro lanzamiento de Andrés Manuel López
Obrador para la Presidencia de la República, Morena todavía no ha definido su
cartera de candidatos para 2018. Por un lado, los pocos nombres que se han
manejado en los medios de comunicación representan una pequeña fracción de los
3 mil 326 cargos de elección popular que estarán en disputa el 1º de julio de
2018. El partido todavía tiene más que suficiente tiempo para equilibrar los
problemáticos perfiles externos con sólidos perfiles internos y ciudadanos.
Por otro lado, los aspirantes más cuestionados, como Miguel
Barbosa, Félix Salgado Macedonio y Rutilio Escandón, todavía deben ser
ratificados por el Consejo Nacional de Morena. Si no logran demostrar por la vía
de los hechos su honestidad y su idoneidad, los militantes de Morena podrán
simplemente negarse a dar su aval y así obligar a reponer el procedimiento de
selección durante las precampañas oficiales.
Tal desenlace es poco probable en entidades como Ciudad de
México, Veracruz o estado de México, donde los coordinadores de organización
correspondientes cuentan con el firme apoyo de las bases del partido. Sin
embargo, los chapulines con oscuros historiales en Puebla, Guerrero, Chiapas,
Quintana Roo y Jalisco, entre otros, deben hacer esfuerzos olímpicos para
acercarse y someterse humildemente a la militancia, así como demostrar su
compromiso irrestricto con los principios del partido si quieren salvar sus
candidaturas.
Morena significa honestidad, lucha social y ruptura
histórica. El nuevo partido ciudadano busca la destrucción de las viejas redes
de corrupción, impunidad y violencia que mantienen en el poder a los oligarcas
y políticos inmorales de siempre, para dar paso a nuevas redes de solidaridad,
participación y justicia.
No sirven las islas de pureza para lograr este objetivo. En
un contexto autoritario como el mexicano, el sectarismo equivale a aceptar de
antemano la derrota, a resignarse a tener un papel estrictamente testimonial.
Morena debe abrirse a los sectores sociales y económicos que
normalmente no comulgan con la izquierda. También tiene sentido ir más allá de
sus cuadros más leales a la hora de nombrar candidatos a cargos de elección
popular.
Solamente un movimiento plural de masas, firmemente
arraigado en la sociedad civil, tendría suficiente fuerza para no nada más
ganar a PRI, PAN, PRD y a Felipe Calderón, sino también derrotar al fraude
impulsado desde el Instituto Nacional Electoral (INE), el Tribunal Electoral
del Poder Judicial de la Federación, los gobiernos federal y estatales, la
mayoría de los medios electrónicos de comunicación, el gobierno de Donald
Trump, los mercados financieros internacionales y los narcotraficantes.
El monstruo es enorme. Durante el primer semestre de 2018,
fluirán millones de pesos, dólares y euros para intentar lograr uno de los
fraudes más grandes de la historia de México. Cualquier periodista, académico,
encuestador, líder social, funcionario electoral, representante partidista,
candidato o votante dispuesto a estirar la mano será generosamente retribuido
por su servicio en favor de la continuidad del régimen corrupto.
Para el PRIANRD, ningún gasto electoral es excesivo. La
incomodidad de las multas y los escándalos poselectorales no se compara con el
enorme sufrimiento que tendrían que vivir los capitanes del régimen en caso de
ser expulsados de Los Pinos en 2018. La impunidad transexenal simplemente no
tiene precio.
Desde este punto de vista de lucha estructural e histórica
en contra de un régimen despótico, tiene sentido recurrir al método de las
encuestas para determinar las candidaturas a cargos de elección popular. Un
partido nuevo como Morena debería priorizar la fuerza electoral de los
aspirantes entre la población abierta por encima de las amistades y las
alianzas internas. Y recurrir a elecciones abiertas a la ciudadanía en este
momento abriría el frágil partido de par en par a las muy conocidas estrategias
de acarreo e infiltración desde el poder.
Sin embargo, el mismo estatuto de Morena, registrado ante el
INE, reconoce que la utilización de encuestas no debería anular la
participación de las bases. Por lo menos 50 por ciento de las candidaturas se
reservan para militantes en activo de Morena (artículo 44b y c). El Consejo
Nacional de Morena debe dar su aprobación final a todas las candidaturas, tanto
las internas como las externas (artículos 44d y 46j). Y todos los candidatos
plurinominales internos se seleccionan por insaculación de listas
confeccionadas por las asambleas distritales correspondientes (artículo 44e).
Morena hoy pasa por una prueba de fuego que forjará de
manera definitiva su carácter. Es falso que López Obrador decida “por dedazo”
las candidaturas de Morena. El estatuto del partido señala claramente que el
presidente del partido y la Comisión Nacional de Elecciones proponen, pero los
militantes y los líderes de Morena disponen.
www.johnackerman.blogspot.com
Twitter: @JohnMAckerman
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